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Samuel Osorio Restrepo

Otra señal que es frecuente es la de realizar movimientos similares a los de los seres que amamos, son actos inconscientes y casi nunca los percibimos como tal, pero el lenguaje del cuerpo no miente. Cuando estamos enamorados empezamos a realizar movimientos similares a los de nuestra pareja. Nos sentamos en la misma posición, movemos las extremidades cuando nuestra pareja lo hace, hacemos los mismos gestos al hablar y ante los estímulos externos como si nos estuviéramos reflejando en el ser amado. Todo esto es signo de que nos agrada el otro a tal punto que adoptamos inconscientemente sus movimientos, nos reflejamos en el otro como que fuéramos uno solo, como si nos estuviéramos mirando en un espejo. Esto lo representa en este relato de mi propia inspiración:


“Recuerdo ese día que estábamos en el muelle, tú y yo en el pequeño café, éramos los únicos en el mundo a pesar de estar rodeados de cientos de personas, yo me reflejaba en ti igual que el sol se refleja sobre las aguas cristalinas del mar. Si tú movías tus piernas y manos inconscientemente lo hacía yo de forma similar, nuestros movimientos acompasados nos mostraban cómo si fuéramos uno, sí uno, porque eso es lo que queremos ser siempre con nuestro ser amado.”



Esta acción espejo que los amantes hacen se puede evidenciar en dos conductas por la primera cuando el amante se vuelve un reflejo de su amada cuando están juntos pero es un acto involuntario que es efecto del hechizo del amor. La segunda cuando el amante se sale de su rutina y cambia completamente. Él claramente sigue viviendo su vida “normal”, pues está hipnotizado, pero para el resto del mundo los cambios son tan evidentes. Las adaptaciones pueden ser cosas a las que inclusive en algunos momentos el amante se opone, que pasan inevitablemente como por ejemplo cuando la amada prefiere cierto tipo de alimento y aunque en principio el amado se abstenga de comer este mismo tarde o temprano resulta haciéndolo.


Después de pasar largos periodos de tiempo juntos el amante comienza a reflejar aspectos de la apariencia física, rasgos que en un principio parecían irrepetibles resultan en que la amada sin darse cuenta los adquiere y ambos empiezan a volverse similares. Al compartir su espacio y su intimidad rasgos como gestos, comportamientos emocionales y su forma de alimentarse influyen en sus personalidades y sus semblantes se transforman volviéndose la perfecta media naranja.


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