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Más que una labor, una acción de corazón

Gracias a la rifa de techo se cumplió el objetivo de recoger el dinero necesario para construir tres casas en la vereda Granizal (cerca al barrio Santo Domingo), además de encontrarnos con la sorpresa de obtener el dinero necesario para construir una cuarta casa , la cual se construiría en Urrao a una pequeña familia de tres abuelitos.


Templo comedor Urrao.

Para esta cuarta casa se tenía la misión de viajar hasta Urrao y hablar con Don José, Don Julio y Doña Elmira con el fin de darles una esperanza, un motivo para que aceptaran esta nueva propuesta de vida, tratando de convencerlos de que una nueva casa les daría una mejor calidad de vida, donde pasarían sus últimos años en una casa digna. Después de que los tres abuelos hablaran con nosotras, otros estudiantes, y el grupo que los acompañaron durante este proceso, el resultado no fue el esperado.

Sin embargo no solo compartimos con los tres abuelitos sino también compartimos con más de 120 personas pertenecientes al templo comedor, a quienes, sin esperarlo, nos recibieron con aplausos, cantos y con una alegría que era inexplicable, un sentimiento que no tenía punto de comparación, algo tan especial que genero una que otra lagrima para algunos de nosotros; todas estas estas personas eran desde los más pequeños hasta los más grandes, habían de todas las edades, para cada uno de ellos había un almuerzo, un almuerzo al que van de lunes a viernes a las doce del día muy puntal, y ese día fuimos los encargados de servirles este plato de comida tan anhelado para cada uno de ellos, su cara de agradecimiento nos llenó el alma a cada uno de nosotros, el ver a los niños felices y a los grandes satisfechos fue lo que más nos marcó en este viaje.

Estudiantes del CCB en el templo comedor.

Además de estar en el templo comedor atendiendo niños y adultos, tuvimos la oportunidad de visitar más viviendas de pocos recursos y conocer personas quienes nos recibían en sus casas con una sonrisa, dispuestos a hablar con nosotros y compartir historias, nos contaron cómo viven, como consiguieron su hogar y muchas de ellas nos contaban que a veces su única comida era la que recibían del templo comedor.


La comunidad indígena de Urrao también nos abría las puertas de su hogar, nos permitieron conocer su estilo de vida y nos contaron muchas cosas sobre su cultura además nos mostraron algunos de los trabajos artesanales que hacen. La situación que vive esta comunidad en Urrao tampoco es fácil, la mayoría de los niños indígenas también asisten al templo comedor.

Visitando la casa de don José, don Julio, y doña Elmira.

Sin duda experiencia nos dejó mucho para reflexionar, vivimos momentos inolvidables y conocimos la realidad de la pobreza en Colombia. Nosotras quedamos anonadadas con la hermosa labor que hace la fundación Saciar en este municipio del suroeste antioqueño sobre todo con adultos que viven solos y que tienen muchas dificultades para responder por si mismos por su edad como por los niños, más que todos los niños indígenas.

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